lunes, 12 de noviembre de 2012

Porque no estamos solos entre tanto ruido.

Y cuando llega el silencio... aunque lo parezca, no, tampoco estamos solos

                 


la ráfaga de luz está por llegar.

sábado, 3 de marzo de 2012

mucha verdad

Un artículo de Angeles Caso, en Enero de este año.


Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

(Angeles Caso en Magazine, La Vanguardia, 19-1-12)

domingo, 12 de febrero de 2012

el cuadro

Caer, levantarse, y volver a caer. Así sucesivamente. Es el único modo que hay efectivo para conocer de que pié cojea la vida.
Por ahora sigo en pie, se donde debo, como y cuando, sujetarme.

La semana pasada, asistí a una conferencia sobre el reflejo del arte en la vida cotidiana. Esta giraba continuamente entorno a un cuadro, un cuadro que en apariencia, sin fijarse en detalle, era una playa, en el que aparecían tres personas andando por la orilla de la playa, sin más... Al final de la conferencia, el ponente hizo un zoom a la imagen del cuadro, y se pudo observar con todo detalle, que no eran tres personas caminando, si no dos niños jugando con una cometa. Lo que toda la conferencia trató de decir, se desveló con ese gesto. Hay momentos, muchos momentos, que tenemos algo delante de nuestras propias narices, y pasamos tan rápido por delante de todo, vivimos tan sumamente rápido... que no prestamos atención, y creemos eternamente, lo que nos dicen, o lo que apreciamos, sin nisiquiera habernos fijado bien.


domingo, 4 de diciembre de 2011

o todo lo contrario

Es hora de cambios, jamás me imaginé realmente tomando estas decisiones, pero si, los caminos que he tomado, me han llevado a ello, y ahora que estoy en ello, cueste lo que cueste no voy a renunciar tan fácilmente, no entra en mis planes rendirme ante lo difícil.

"no quieres hablar del tiempo aunque esté de nuestro lado"

Y es que si ahora no hacemos algo... nadie lo hará por nosotros.
Si algo quiero cambiar, las piezas debo mover.

Este no es un post para ser entendido, es un post para verlo cada día y no rendirme a la también insegura facilidad.
Es una maldita dulzura, es una ilusión difícil. Es un no dormir por las noches y no parar por el día.
Es tiempo que juega en contra ahora, para que juegue a favor después.


lunes, 31 de octubre de 2011

Reflexiones




Al final soy solo lo que soy... solo